Entre los diferentes tipos de fraude crediticio, el fraude empresarial merece un capítulo propio. A pesar de representar menos casos que el fraude individual, los golpes a las organizaciones de crédito son más graves y es aún más complejo y difícil de detectar que el fraude crediticio individual. Además, ahora está creciendo rápidamente, mientras que antes era marginal. Al igual que otros tipos de fraude, está aprovechando al máximo la evolución de las prácticas empresariales: la digitalización, las exigencias de rapidez, el auge del leasing...
El fraude empresarial afecta tanto a los financiadores privados como a los públicos. Se ha apoderado de las medidas de ayuda de emergencia puestas en marcha por los Estados para combatir la crisis de Covid-19 (paro parcial, fondos de solidaridad, préstamos garantizados, etc.). Y ahora afecta a todos los productos que pueden ser objeto de crédito empresarial (vehículos, equipos industriales, ordenadores, etc.), con especial atención al sector del automóvil.