Crisis sanitarias, conflictos armados, cambio climático. Estamos viviendo en un período de incertidumbre casi permanente que parece que va a durar. Este terreno cambiante es una bendición para los estafadores, los instigadores del caos y las personas que buscan lagunas.
Las instituciones financieras están sometidas a ataques cada vez más numerosos y sofisticados con consecuencias tales como pérdidas de peso muerto y daños a la reputación, que amenazan su supervivencia. La sociedad en su conjunto también está sufriendo (terrorismo, crimen organizado, robo de identidad, etc.)
Los gobiernos y los bancos cuentan con sistemas de calificación crediticia, pero no han evolucionado lo suficiente en la lucha contra el fraude. Un gran número de organizaciones recurren a la inteligencia artificial (IA) para defenderse mejor. Pero los estafadores también lo usan, y su paciencia y creatividad son ilimitadas.
La visión: una organización capaz de identificar tendencias e indicadores fiables de comportamiento fraudulento. Debe compartir información con todas las partes interesadas del sector dentro de un marco ético, independiente y legalmente compatible que sea supervisado por un tercero de confianza.
Este tipo de alianza ya existe en los sectores de la salud y las telecomunicaciones, donde las organizaciones de terceros de confianza agrupan datos para evitar la falta de pago.
La crisis sanitaria causó una disminución en el robo de tipo más tradicional
« Cada ataque socava todo el ecosistema. Nuestras instituciones financieras deben dejar de lado la competencia y compartir su conocimiento de los riesgos de delincuencia. Y necesitamos apoyarlos facilitando el acceso a la innovación, tanto técnica (potentes algoritmos de IA) como de uso (uniéndose en torno a una estrategia de defensa común). »